La respuesta a estas preguntas se encuentra en la profunda fe de Bach. Al final de cada partitura, siempre escribía "Soli Deo Gloria" ("Gloria sólo a Dios"), y al comienzo anotaba "Señor, ayúdame". Para Bach, componer no era solo un acto artístico, sino también un acto de devoción. Su música era, en esencia, una oración continua, una conversación entre el hombre y Dios.
Así, cuando escuchamos la música de Bach, no solo estamos disfrutando de una maestría musical sin igual, sino también participando en un diálogo espiritual. La música de Bach trasciende las notas y melodías, convirtiéndose en un puente entre lo terrenal y lo divino. Esta combinación de arte y fe es lo que le permitió a Bach superar las tragedias personales y crear obras que siguen inspirando y conmoviendo al mundo entero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario