Pero a veces lo olvidamos.
Abrimos puertas y no las cerramos.
Sacamos libros y no los devolvemos a su lugar.
Movemos propiedades ajenas y luego ... ¡que el dueño busque dónde las encuentra!
Como si no nos importara ni el derecho ni el bienestar del otro. Se hace algo y se espera que otro cargue con las consecuencias.
¡No puede ser!
La única excepción sería la de cambiar o corregir algo, viendo que significa un riesgo para otros. Y, aún en esos casos, es necesario preguntar para asegurarnos, o para no herir susceptibilidades : personas hay que se ofenden cuando se les ayuda o se les hace un bien sin su consentimiento. Parece mentira , pero es verdad.